Zarpamos rayando el alba, encaminamos nuestros sueños en una nueva aventura, encomendándonos al cielo pedimos las venías para un mar calmo y vientos apacibles.
Nuestras ilusiones blancas son las velas de este barco, nuestro esfuerzo y dedicaciónjunto con nuestra experiencia son el casco que da forma a esta barca.
Damos un último vistazo a esté muelle, divisamos en él todas nuestras amistades con diversos rostros, muchos de ellos nos expresan su apoyo, otros incrédulos nos piden declinar.
Soltamos las amarras, levantamos nuestra ancla, las velas son hinchadas por el viento y nos perfilamos hacia el horizonte, nos desplazamos velozmente con fin de alcanzar nuestro sueño.
A lo lejos manchones grises ensucian el firmamento, mas no nos toman por sorpresa ya que no esperábamos del todo un viaje tranquilo, tomando precauciones esperamos el adentramos.
El mar comienza a inquietarse, cambia su color azul turquesa por un color gris, la suave brisa que nos impulsaba comienza a mostrarnos su furia, y el sol que nos iluminada se oscurece.
Alzamos nuestras velas para evitar daños, resguardamos nuestros enseres para evitar pérdidas, y encerrados en nuestros camarotes décimos de nueva cuenta aquella oración que inició nuestro andar.
Las primeras horas se mueven tan lento que parecieran días, las sacudidas que recibimos empiezan a inquietarnos, pero guardamos confianza en la fuerza de nuestra barca.
Las siguientes horas parecieran detenerse junto con el latir de nuestro corazón al percatarnos de oleaje intenso; es cuando comenzamos a planear medidas de emergencia ante tal estampa.
De forma repentina se comienzan escuchar los crujidos de la madera, cual llave de sol inicianel réquiem ensalzado por el aullido del viento y relámpagos cual platillos…
Manteniendo la calma y la mente fría decidimos aminorar nuestra carga, nos es difícil decidir que podemos prescindir en este trance, pero sin más opciones dejamos caer al mar cuánto podemos.
Nuestras pérdidas no cesan, a lo lejos escuchamos el grito ¡Hombre al agua! Nada podemos hacer ya que el mar embravecido de un bocado le engulle, sin tiempo para el dolor proseguimos nuestra lucha para sobrevivir.
El viento y el mar enfurecidos nos atacan sin tregua, de un golpe arrancan nuestro palo mayor, dañan el trinquete, einutilizan el mastelero, ya no poseemos aquellas prendas que nos propulsaban.
Es entonces cuando comenzamos a decaer, es entonces cuando comenzamos a sentir cerca el final, nos encontramos atrapados en medio de la nada, sólo recordamos las palabras de aquellos que nos lo advirtieron.
De momento todo se calma, las aguas comienzan a descender, el viento se convierte de nuevo en suave brisa, y el sol comienza a renacer ¿Es la respuesta a nuestra súplica?
Salimos a cubierta, y contemplamos la magnitud de los daños ¡Nuestro barco ya no puede seguir! Ha comenzado a hacer agua, la gracia maligna nos ha colocado en el ojo de un huracán.
Sólo tropezamos con la primera parte de este cuento de horror, nuestra tripulación cansada no soportará un segundo embate, el casco de nuestra nave garantiza una pronta muerte.
No todo está perdido, una pequeña isla nos espera a unos cuantos nudos, sólo nos queda tomar la decisión final ¿Morir con nuestros sueños? ¿Vivir para intentar de nuevo?
Siempre hay un mañana, y mientras vivamos nuestro sueño podrá realizarse, hemos
entonces de abandonar este barco.
Contemplaremos desde una orilla segura su hundimiento, recordaremos la emoción que sentimos el primer día que pisamos su cubierta, y con dolor le veremos colapsar entre la tempestad.
No nos fijaremos en las pérdidas, no nos fijaremos en el dolor, no permitiremos ser atacados con frases trilladas “te lo dije”, sólo el cobarde permite ser manipulado por la prole.
Sobreviviremos.
Continuaremos.
Sobreviviremos...