De niño al anochecer siempre corría a ocultarme entre mis sábanas, me envolvía cual si fuera oruga en crisálida, procuraba con mis manos y pies sujetar aquellos blancos lienzos evitando así que se me despojara de lo que en ese entonces consideraba mi disfraz perfecto, mi camuflaje durante las tinieblas, ese que era eficaz contra las brujas nocturnas…
Tras la bendición de mis padres y sus buenos deseos para que tuviera dulces sueños comenzaba mi infierno, la luz de mi habitación se apagaba, la puerta se cerraba y lentamente los fantasmas sin rostro se acercaban a mi lecho, algunas ocasiones tenían largas extremidades, otras tantas cuerpos gigantes, nunca eran iguales, pero siempre eran aterradores.
Sus voces eran variadas, sus lenguajes incomprensibles para mi oído, pero natos para el latir de mi corazón el cual se alteraba con solo escucharles, mi cuerpo temblaba imaginando los posibles tormentos a los que me someterían los dueños de tan macabra sinfonía de barahúndas, mi respiración se entrecortaba tratando de hacer el menor ruido posible.
Escalofríos infernales abrasaban mis pies y espalda, confusión total experimentaba, llegado casi el momento de mi fin tomaba valor para de entre mi transe pedir auxilio ¡Haaaaaaaaaaaaaaaaaa Mamá Papá! Gritos desesperados dejaba liberarse de entre mis pulmones, manoteos acompañados de lagrimas rompían en capullo de las sábanas…
Quizá no siempre era así el desarrollo de mis infernales noches, pero si puedo afirmar que siempre era constante el desenlace; entrabas corriendo a defenderme, traías contigo la luz que espantaba mis temores, con tu sola presencia destruías las fantasmales figuras que me asechaban, y con tu voz regresabas la calma a mi exaltado corazón…
¡Fuera de aquí Brujas del Viento! Como se atreven a robarle el dulce descanso a este mi hijo ¡Dejen a este noble niño dormir! No hay nada en él que quisiera dirimir. Esas eran tus palabras que conjuraban la paz total, esas eran las frases que memorice y en mil ocasiones use, pero nunca en mi voz efecto tuvieron, solo en tus labios lo fueron.
En ocasiones a la mañana siguiente me encerraba en remordimientos, te veía partir cansado y abatido, sabía muy bien que luchar contra las brujas del viento era agotador, aun mas lo era consolar mi alma para retomar mi sueño, la culpa me abordaba ya que no encontraba forma de pagar tu noble sacrificio ¿Cómo puede un niño pagarle a un hombre?
Un día sin saberlo como, desperté en un cuerpo diferente, mi entidad ya no era más la de un infante, mis manos ya no eran suaves y mi voz ya no era la de un ruiseñor, era ya un hombre en un mundo de hombres, mis temores ya no estaban en la noche, habían emigrado al día convirtiéndose así en realidad, mi disfraz de tela blanca era ya inútil.
Entre a un mundo totalmente diferente al que estaba acostumbrado, este era un mundo agresivo, maligno, pecaminoso, despreciable, colmado de avaricia y codicia, un lugar digno del infierno, un lugar donde el mas mínimo error se convierte en desastre; y allí estabas tú, firme cual roble, colmado de sabiduría que me enseñarías para luchar en estas nuevas tierras.
Destino cruel, se pensaría que la muerte seria lo único que nos apartaría, nunca pensé ni por un instante que la sangre que me creo al mezclarse contigo, seria la misma que volvería tu mirada fría y malhumorada hacia mí, eres ahora inflexible, inalcanzable, eres ajeno a mi corazón y aun mas para mis recuerdos, ya no te conozco, ya no eres el padre que fuiste.
Este mundo me destruye, no puedo hacerle frente, y como podría si nunca me enseñaste esos conocimientos que tanto espere de ti ¿Cómo puede un niño volverse hombre sin su padre? ¿Cómo puede sobrevivir un hombre con alma de niño en un mundo de hombres? Nunca supe donde fue que te perdí, ¿Dónde fue que tu corazón me comenzó a odiar?
Quizá sin darme cuenta, una de esas noches que peleabas sin tregua hasta morir con las brujas del viento, una de ellas te ataco por la espalda arrancando tu corazón suplantándolo con rencor, quizá se quedo viviendo con nosotros adoptándome como su hijo, encarnándose en la que fuera mi verdadera madre, procurando llegara el día en que nos separásemos.
No sé lo que paso, pero puedo afirmarlo, las brujas nunca me hicieron el daño que tú me has hecho, las brujas nunca mataron mi corazón como tú lo has logrado, las brujas nunca derramaron de mis ojos lagrimas de dolor, las brujas nunca me odiaron como hoy lo haces, las brujas nunca lograron golpear mi cuerpo, nunca produjeron dolor sobre mi piel.
Quiero despertar de nuevo una mañana con el cuerpo que tenía hasta antes de este momento, quiero correr a ti y abrazarte para decirte lo mucho que te amo, pasar un día entero a tu lado, para cuando llegue la noche entregarme sin mayor resistencia a las brujas del viento, porque la gran verdad es que prefiero mil veces morir entre sus manos bajo tormento…
Antes que volver a escuchar de tus labios…
¡Para Mí Ya Estás Muerto!