¡Lo que me inspira!

lunes, 1 de agosto de 2011

Arlequín



Cuando pise este mundo, mis sueños tenían la gracia de ser sostenidos por poderosas alas. Nada en el firmamento era más grande que mi estrella de la suerte, ni aun en las noches más oscuras su luz centellante se opacaba, siempre alumbraba mis senderos.

Con el pasar de los años tuve que crear mis propias alas, y cortar de tajó las viejas que me sostuvieron por tanto tiempo, sin mirar atrás me arrojé al precipicio, y el viento me elevó a cielos desconocidos donde escribiría mi propia historia.

Mi vida hermosa cual reloj exacto en oro, abrió las alas de mis ojos, abrió las alas de mi corazón, y mi alma pudo volar en plena libertad, mis sentidos despertaron en plenitud y me permitieron conocer el mundo que me rodeaba y que recién descubría. 

Mi vuelo fue impredecible, aventura turbulenta de nubes grises y regocijo apacible en cielos despejados en azul intenso. Tierras diversas pasaron por debajo de mi mirada, y parajes seductores me invitaron a explorarles sin cautela.

En cada lugar conocí a los mejores maestros de la vida. Diversos nombres, diversas enseñanzas. El maestro de la alegría, el maestro del dolor, el maestro del amor, el maestro de la soledad, innumerables e infinitos sus nombres, pero al final un solo apellido. Sentimiento…

Mi viaje inicio sin equipaje alguno, con forme paso el tiempo miles de atavíos cargaba a mi espalda, y mi surcar por los cielos se alentó, poco a poco comencé a perder altura, y pasado algún tiempo en este paraje me deposito el destino.

De mis vestimentas recorte rombos, y les zurcí para crearme un único atuendo. De mis alas cree una carpa que fuese mi morada, y cobijara sueños e ilusiones nuevas.  Mi rostro lo cubrí con la máscara de un felino burlón ante la vida, fruto de la experiencia.

En esta nueva tierra cree un escenario, testigo de nuevas alegrías y fracasos por igual. Compañero cotidiano que me coloca ante miles de espectadores. Afable aplauso es mi sustento y miel que endulza el corazón, abucheo sátiro es mi salpimentado que da versatilidad a mis majares.

Día a día me presento  ante mi público, dando desde el fondo de mí, el alma en su totalidad. Todo es nada con tal de ganar el tan anhelado aplauso, cubro esta plataforma escénica con mis piruetas arriesgando la vida, y al final de mi acto, con la cabeza agachada espero siempre lo mejor.

Arlequín, eso es lo que soy ahora. Un artista sumergido en la austeridad pero indispensable en toda comedia. De mi experiencia en la vida, he creado la sagacidad para burlarme de ella misma y siempre arrebatarle la buena fortuna que me permita existir.

Entre mis visiones, en mis momentos de descanso, veo a lo lejos miles de coloridas carpas circenses, con miles de compañeros dentro de ellas, y es que una verdad innegable de esta vida es que nunca se está solo, pero tampoco suficientemente acompañado.

Somos actores del escenario de la vida. Arlequines ataviados de pobreza y grandeza, somos seres enmascarados con el esbozo del mono y del gato, fieles sirvientes y hasta ingenuos ante los designios de nuestro amo la vida misma.

Esperamos siempre con nuestros actos circenses, robar el corazón de los demás, y ser dignos de sus reconocimientos por medio del aplauso, aunque en ocasiones nuestro público sea cruel y solo la indiferencia sea la moneda con que se nos pague el sacrificio sobre humano realizado.

A veces en este escenario de la vida, sin previo aviso caemos en plena función. El dolor en algunas ocasiones nos permitirá continuar, pero otras no podremos proseguir, y quizás en uno de esos días el golpe sea mortal, y nuestra mascara se partirá en dos dejando ver un rostro inerte.

Vida hermosa, he aquí a este tu arlequín, dame este día el aplauso tan buscado, líbrame de caer ante los ojos de mis espectadores, permíteme robarles un pedacito de sus corazones para alcanzar la inmortalidad con mi talento, y alimentar mi alma con nueva luz.

Llegado el día en que deba volar de nueva cuenta, permíteme pasar por nuevos parajes, más coloridos, más inhóspitos, nuevos maestros y quizás algunos viejos conocidos, todo con tal de madurar este talento y permitirme alcanzar la perfección y la maestría.

Adalberto Armas